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Ciencia forense: la gran ausente de la justicia en México.

  • licestebancapella
  • 14 may
  • 2 Min. de lectura

Por Esteban Capella Ibarra


Durante años, en México hemos creído que la constante modificación de nuestras leyes resolverá los problemas estructurales de nuestro sistema de justicia. Se cambian códigos, se crean nuevas leyes, se ajustan procedimientos, y se presume un avance normativo. Sin embargo, poco o nada se ha hecho por fortalecer las herramientas técnicas que verdaderamente permiten que esas leyes se apliquen con justicia y precisión. Entre esas herramientas olvidadas, las ciencias forenses ocupan un lugar central.


La ciencia forense no es un accesorio del sistema judicial; es uno de sus pilares. A través de ella es posible esclarecer los hechos, aportar evidencia objetiva y construir un puente confiable entre lo que se dice y lo que realmente ocurrió. Sin embargo, en México su desarrollo ha sido lento, su profesionalización insuficiente, y su reconocimiento institucional, limitado.


En un país donde lo que se busca –o al menos se debería buscar– es la verdad de los hechos como base de toda resolución judicial, resulta incomprensible que la ciencia forense no tenga el protagonismo que merece. Más allá del ámbito penal, donde se suele concentrar la atención, las ciencias forenses también juegan un papel fundamental en las materias civil, familiar, laboral, administrativa, mercantil y ambiental. En todas ellas, el peritaje técnico-científico puede ser determinante para garantizar decisiones justas.


El problema de fondo es que hemos construido un sistema que prioriza la forma sobre el fondo, el trámite sobre la verdad, y la ley sobre la ciencia. Pero una ley, por sí sola, no puede generar justicia. Necesita estar acompañada de conocimiento técnico, de evidencia objetiva y de capacidad analítica. Y todo eso lo aporta la ciencia forense.


México no necesita más reformas cosméticas. Necesita fortalecer sus instituciones periciales, capacitar a sus peritos con rigor científico, garantizar su independencia, y dotarlos de los recursos necesarios para operar con profesionalismo. Solo así dejaremos de tratar la justicia como una ilusión jurídica y empezaremos a construirla como una realidad verificable.


Porque sin verdad no hay justicia. Y sin ciencia, no hay verdad.

 
 
 

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